Ella soñaba poca cosa,
soñaba y esperaba ser un día
el sueño de un hombre soñador,
ser lo más grande y hermoso de su vida.
Ella soñaba habitar su corazón,
revolotear en su mente,
aún en la más larga distancia
ella soñaba poca cosa, solo,
ser la mujer a la que él amara.
Que feliz sería,
se decía en su casa solitaria,
si un hombre de rostro amable
y limpio corazón me soñara.
Sería mi soledad así más linda, más amada,
si yo pudiera llamar a puerta de aquel hombre
aquel de rostro risueño y esquiva mirada
aquel elegante y discreto caballero
que entre todos los demás se distingue
porque me ví, reflejada en su mirada.
Si yo pudiera saber que él me sueña,
ya nada más me haría falta
no temería a la noche ni a la luna,
ni esperaría impaciente el sol del alba.
Porque sería amanecer todo en mi vida
porque todo dolor y pena así, sería olvidada,
si sus manos de largos y marcados huesos
se soñaran por mi acariciadas.
Ella soñaba poca cosa,
y le miraba a través de la ventana
le veía pensativo y solitario,
con su pelo negro, su delgada cara.
Escribiendo en su mesa de madera oscura
¿historias, poemas, cartas...?
cuanto ella desearía
que fuesen pensamientos
o cartas a ella dedicadas.
Ella temía asomarse a mirar
no por temor a que él la viera,
si no por miedo a hallar en la habitación
alguna otra cara nueva.
Siempre temió encontrar el rostro
de una mujer o niños que jugaban,
muchos días ni tan solo abría la ventana,
para no encontrar al otro lado
ningún motivo con que perder la esperanza.
Ella soñaba poca cosa,
pero ya no sueña nada
tiene algo muy valioso, a ella le basta,
tiene la sonrisa que él le dedicó una mañana.
Una sonrisa para ella.
La tiene bien guardada.
Grabada a través de sus ojos,
en cada rincón de la casa.
Ya nunca se siente sola,
ya no mira a la ventana
ya tiene aquel regalo
que necesitaba.
No necesita más
ya es feliz. No teme nada.
¿Quien pudiera como tú gran mujer, conformarse
y ser feliz con una sola sonrisa, con una mirada...
María Hoyo
soñaba y esperaba ser un día
el sueño de un hombre soñador,
ser lo más grande y hermoso de su vida.
Ella soñaba habitar su corazón,
revolotear en su mente,
aún en la más larga distancia
ella soñaba poca cosa, solo,
ser la mujer a la que él amara.
Que feliz sería,
se decía en su casa solitaria,
si un hombre de rostro amable
y limpio corazón me soñara.
Sería mi soledad así más linda, más amada,
si yo pudiera llamar a puerta de aquel hombre
aquel de rostro risueño y esquiva mirada
aquel elegante y discreto caballero
que entre todos los demás se distingue
porque me ví, reflejada en su mirada.
Si yo pudiera saber que él me sueña,
ya nada más me haría falta
no temería a la noche ni a la luna,
ni esperaría impaciente el sol del alba.
Porque sería amanecer todo en mi vida
porque todo dolor y pena así, sería olvidada,
si sus manos de largos y marcados huesos
se soñaran por mi acariciadas.
Ella soñaba poca cosa,
y le miraba a través de la ventana
le veía pensativo y solitario,
con su pelo negro, su delgada cara.
Escribiendo en su mesa de madera oscura
¿historias, poemas, cartas...?
cuanto ella desearía
que fuesen pensamientos
o cartas a ella dedicadas.
Ella temía asomarse a mirar
no por temor a que él la viera,
si no por miedo a hallar en la habitación
alguna otra cara nueva.
Siempre temió encontrar el rostro
de una mujer o niños que jugaban,
muchos días ni tan solo abría la ventana,
para no encontrar al otro lado
ningún motivo con que perder la esperanza.
Ella soñaba poca cosa,
pero ya no sueña nada
tiene algo muy valioso, a ella le basta,
tiene la sonrisa que él le dedicó una mañana.
Una sonrisa para ella.
La tiene bien guardada.
Grabada a través de sus ojos,
en cada rincón de la casa.
Ya nunca se siente sola,
ya no mira a la ventana
ya tiene aquel regalo
que necesitaba.
No necesita más
ya es feliz. No teme nada.
¿Quien pudiera como tú gran mujer, conformarse
y ser feliz con una sola sonrisa, con una mirada...
María Hoyo
Gracias a mi querida Cris Serra.
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