lunes, 20 de enero de 2014

NO MIDAS POR AÑOS



No midas por años, sino por el arte y la forma que has adoptado para vivirlos. 
No envejezcas antes de tiempo: valora la vida hasta el final. 
El tiempo no depende de nosotros, pero sí los “grados de vejez” en que inconscientemente nos vamos situando.
El envejecimiento no es un momento del tiempo, sino el instante preciso en que renunciamos a vivir.
Se envejece con pocos años, y no se envejece nunca. 
Se envejece con buena salud y se conservan bríos con grandes impedimentos. 
Se envejece con soledad y tristeza, y se estiran los años con un espíritu fuerte e indomable. 
No se necesita la muerte para convertirnos en polvo, ¡basta perder el interés por todo lo que nos rodea! 
Los años arrugan la piel y la marchitan.  El desgano arruga el alma y la reseca. 
El pesimismo, la amargura y el miedo quitan más juventud que las arterias.  Y la obsesión de la muerte acerca más a la vejez que los achaques, los años y las limitaciones.
El tiempo es como el reflejo de la vida.  Es joven el que siempre tiene algo que reflejar.  Y viejo, el que voluntariamente ha perdido su transparencia.
Se puede llegar con los años a una vida menos activa, pero sin dejarse caer en una decadente ancianidad.  Es viejo quien perdió la llave de su vida interior.   Y joven, el que abre a diario la ventana del alma y se asoma al horizonte.
La vida se aquilata dentro.  Déjale caer a diario sus goticas de juventud y los años, de tan rápidos, ni los notarás pasar.
Hay viñedos que con todo el sol de la juventud lucen raquíticos, y viñedos que con un buen racimo de años hacen el mejor de los vinos.
Lo malo no es tener que morir y tener que envejecer.  Lo malo es no saber vivir.
 Es joven el que juega al desafío con la vida y reta.  Es viejo el que se entrega y se deja vencer.
 Es joven el que sabe que hay algo más que hacer y confía en sí mismo.  Es viejo quien se cubre con manto del desaliento y se paraliza.
Es joven el que amanece todos los días disponible.  Y viejo, el que se declara inservible e impotente. 
El que vive a plenitud la corriente de la vida,  es joven.  El que cierra el voltaje, apaga la luz y desconecta, es viejo.
Mientras  sepas escuchar, vibrar y entender lo que te está diciendo Dios, mostrando la naturaleza, regalando el corazón, y hagas fuego que se encienda, alas que te sirvan y pensamientos que te eleven, ¡eres joven!
No achiques tanto tu vida que te quedes sin ser joven ni ser viejo, prácticamente sin ser nada.
 Pido a Dios que algún parrafito se quede dentro de ti, que alguna palabrita llegue a tu corazón y algún pensamiento te dé vueltas en la mente.

 Que algo te sirva.

Zenaida Bacardí de Argamasilla